Vaya rebote que me pillé el día en que a mi padre le dio por
regalarme en mi cumpleaños una mísera cinta con un juego para mi Amstrad, ¡Por
favor! Que uno cumple años solo una vez al año (pues claro churrita, por
eso lo llaman así), ¡y en esas fechas los regalos tienen que ser de consola
para arriba!
Esto es lo que en los países angloparlantes se conoce como “wishful
thinking”, o lo que es lo mismo “ya quisieras tu, chaval”. Hoy es normal que en
cada hogar haya dos o tres ordenadores, una tele en cada habitación y un buen
par de consolas.
En los ochenta lo habitual era tener una consola o un ordenador
y no siempre éramos nosotros quien elegíamos (¿Que tu ordenador tiene las
teclas de goma? Te jodes, haber estudiao).
En los setenta teníamos Ataris.
Espera, no tires que creo que se ha enganchado |
Cuando hablamos de Atari, los más viejos del lugar pensamos
en juegos con más palitos que el número de la seguridad social de un romano.
Pero no siempre fue así, ante el empuje de las nuevas compañías de videojuegos
y la arrolladora incursión del gigante japonés Nintendo en el mercado
estadounidense la compañía de las tres barras no tuvo otra opción que adaptarse
a los nuevos tiempos e innovar, y dicha evolución dio sus frutos, entre ellos
Gauntlet.
Podríamos definir a Gauntlet como un proto-action-rpg. Un
arcade en perspectiva cenital ambientado
en un mundo de fantasía en el cual explorábamos laberintos a la vez que
acabábamos con cientos de enemigos, buscábamos tesoros, alimentos que nos
mantuvieran con vida, pociones mágicas y
llaves que nos permitieran avanzar un par de pantallas más. Si a todo lo dicho
le añadimos la posibilidad de elegir entre cuatro personajes con habilidades
únicas solo podemos llegar a una conclusión: que Blizzard no inventó nada…
Eso sí, el juego tenía menos argumento que el diario de una
choni y el nombre de los personajes meramente testimoniales, El guerrero Thor
con su ¿hacha?, la walkiria Thyra (…), Merlín el charcutero (es broma, era un
mago) y Questor el elfo (¿Cómo no se les ocurrió ponerle Robin Hood?).
Detalle de la consola del mueble original |
Lo primero que llamaba la atención de Gauntlet era su
inmenso mueble, diseñado para albergar cuatro mandos, cada uno asignado a un
personaje e identificado con un color: el rojo para el guerrero, azul para la
walkiria, verde para el elfo y amarillo para el mago; y cuatro ranuras para
introducir monedas, y es que nuestro héroe no tenía “vidas” al uso, sino un
contador de energía, el cual iba disminuyendo progresivamente conforme pasaba
el tiempo o recibíamos impactos y que aumentaba al conseguir alimentos o al
introducir monedas en la ranura de nuestro color. Otro aspecto destacable eran
las voces digitalizadas que, aunque hoy día nos parecieran algo rudimentarias, hacía
las delicias del personal (total, a esa edad de inglés no teníamos ni idea).
Ah, por cierto, aquella cinta para el Amstrad, la del
cumpleaños, la que me regaló mi viejo, era el Gauntlet 2…
Questor, agarra al critter que nos lo comemos esta noche! |
Curiosidades
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Si permanecíamos inmóviles durante
aproximadamente medio minuto todas las puertas se abrían, si esperábamos un
poco más todas las paredes se convertían en salida de nivel
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Cada nivel podía tener más de una salida,
algunas de las cuales nos permitían avanzar cinco o diez niveles
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Tuvo hasta tres secuelas más
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Ha sido versionado en la gran mayoría de las
plataformas, actualmente puede ser adquirido para Playstation 3
Puedes descargártelo AQUÍ
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