Mike Oldfield definió en una canción lo que supuso para los
jugadores la era pre-internet: “we are islands” Islas, pequeños entes aislados
los unos de los otros, unidos si acaso por puentes tendidos temporalmente en el
patio del colegio, en casa del vecino, en el mercadillo… Lo que no salía en la
revista de turno sencillamente no existía. ¿Mala cosa? No necesariamente.
Una cassete de 90, llenita de juegos por ambas caras, con
títulos que no había oído en mi vida, tras cinco minutos de espera una sorpresa,
podía ser buena… o muy buena, éramos tan inocentes y teníamos tan poco que con
cualquier cosa “flipábamos en colores” sobre todo si éstos eran más de cuatro
en pantalla.
En esa ausencia de todo, en ese aislamiento informativo
teníamos algo que a mi parecer perdimos entre toda esta vorágine.com. Ese algo,
que hacía que esos monigotes pixelados nos parecieran maravillas de la técnica,
se llamaba ilusión.
Hoy en día antes de que salga un juego nos hemos visto
catorce anuncios, siete teasers, la demo jugable y tres fonditos de pantalla
descargables, ah, y por un módico precio la rebequita para nuestro avatar de la
Xbox. Dos días antes de su salida nos hemos bajado la beta de patapalo.net y
nos hemos tragado unos cuantos spoilers en el foro oficial del juego. En otras
palabras, estamos más quemaos que la pipa de un indio.
Por todos esos momentos esta semana he escogido uno de esos
títulos que, a falta de la adecuada difusión quizá no se conozca tanto, lo que
lo hace un pequeño tesoro privado que me gustaría compartir con todos vosotros.
Lo primero que destacaba de Tank command era su pantalla de
carga, un pedazo de tanque que avanzaba superando obstáculos dibujado con todo
lujo de detalles. Un diseño realizado con tanto esmero no podía augurar más que
un buen juego, y la verdad es que a pesar del condicionamiento estético en esta
ocasión sí que se daba el hecho.
El género de los simuladores había sido coto casi exclusivo
de aviones y coches de carreras, con lo que y si exceptuamos al muy correcto
simulador naval “Almirante Graf Spee” aparecido un año antes, nos encontrábamos
ante la original idea de ponernos a los mandos de un tanque. Hasta la fecha
esto habría significado alguna variante de los matamarcianos que tanto se
estilaban por aquel entonces, o bien algún juego de estrategia por turnos del
estilo Desert rats.
Nuestra misión como tanquista será internarnos en territorio
enemigo y localizar a los agentes aliados que se ocultan en diferentes puntos
del mapa, deberemos darnos prisa pues no permanecerán en el mismo sitio por
mucho tiempo, todo ello sumado a la creciente presencia enemiga harán que
nuestra tarea no sea precisamente un camino de rosas. Nuestros oponentes
demostrarán cierta inteligencia, ya que nos tenderán emboscadas, lo que
requerirá un estudio previo del terreno por donde nos vayamos a mover (ese
puente rodeado de vegetación no está puesto ahí por casualidad). Si nos vemos
muy apurados siempre podremos usar el “turbo” y ocultarnos, de esa manera
nuestros perseguidores pasarán de largo, siempre y cuando no nos enzarcemos en
un combate.
Los enfrentamientos se producirán en primera persona, en
ellos giraremos la torreta hasta localizar a nuestros objetivos, que pueden ser
uno o varios y luego mover el cañón al ángulo adecuado, todo ello a ojo de buen
cubero y bajo fuego enemigo.
Los vehículos enemigos están correctamente representados y la jugabilidad es bastante aceptable.
Los vehículos enemigos están correctamente representados y la jugabilidad es bastante aceptable.
En su día me resultó bastante adictivo y de hecho cuando
tuve mi primer emulador de Amstrad fue uno de los primeros títulos que busqué.
Aún lo sigo jugando, dadle una oportunidad, no os decepcionará.
Curiosidades
- Se llamó Tank Commander en el Reino
Unido al existir otro juego con el mismo nombre publicado por Atlantis Games en 1988.
-
Tank command salió publicado bajo el sello “gold”
que supuso el canto de cisne de la compañía Amsoft.